Escuchamos en exclusiva el nuevo disco de Rosalía. Es mucho más compleo de lo que esperábamos.
“Estoy harto de usted”, me dijo D., un día en Los Litros (RIP), ahí por el 2018, el año en que todos supimos quién era Rosalía. Yo había salido con una de sus amigas y después de que dejamos de vernos, aparentemente, ella atacaba todos los días a D. con información de todo lo que yo estaba haciendo: si salía a comer, si venía una serie, si escuchaba alguna canción particular. ¿Cómo sabía ella cada uno de mis movimientos? Por Instagram, obvio. Y no es que yo publicara tanto, es que ella seguía a personas cercanas y se sabía mis horarios y mis hábitos.
Esta historia me vino a la mente mientras escuchaba “Dios es un stalker”, una de las nuevas canciones de LUX, el cuarto disco de Rosalía. Si tienen la suerte de no tener Instagram, seguro no se han enterado de que viene con una estética muy cercana al catolicismo y musicalmente, nos bendice con Rosalía desenvuelta como arreglista y conductora de orquesta; la artista de culto se transforma en nuestra Lydia Tar catalana.
Ya habíamos escuchado sus arreglos orquestales en piezas como “RENIEGO (Cap.5: Lamento)” de El Mal Querer (2018), pero este es un disco en el que la mayoría del tiempo esa voz entrenadísima y ese piano afinado por la mismísima Santa Cecilia de Roma son protagonistas, con algunas visitas a terrenos conocidos como la rumba flamenca, la electrónica y otras sorpresas como la salsa.
Rosalía, 2025.
“Dios es un stalker” empieza con un bajo tumbao que suena grabado por un ingeniero ungido y pronto se transforma en una experimentación del flow de la salsa junto con una orquesta. La música no es campo de batalla: los géneros se entrelazan uno al otro sin problemas; las letras son otra historia, pues Rosalía parte de un título que pretende satirizar el trabajo de una deidad, pero al final, la única stalker es ella misma. “Yo no sé tus deseos indeseables”, confiesa, con hambre de conocer cada pensamiento del crush que le quita el sueño. Los que hemos estado de un lado o del otro de esta ecuación, temblamos al oírla. Qué artistaza y qué forma tan potente de retratar sentimientos humanos.
Es muy fácil caer en la tentación de sobreanalizar un video, sobre todo uno hecho por CANADÁ y lleno de capas como “Berghain” y de una artista con un culto tan grande como el de Rosalía. La canción plantea un reto enorme pues tiene uns estructura rara, un coro sinfónico y a Rosalía cantando en alemán. Pero es la más rara de las 18 canciones que escuchamos, auqnque el disco no esté ayuno de experimentación.
Si cualquier otra artista hubiera hecho este giro a la música clásica no sé si tantas personas se habrían montado en el tren y ahí estoy con Pili, la hermana de Rosalía: no está ofreciendo pop, pero Rosalía es lo suficientemente parte de la cultura pop como para que el mundo se detenga a escucharla. Si Rosalía hubiese hecho la temática de este disco el “surf” miles de personas habrían dejado sus vidas para irse a la playa a aprenderlo. Con tan buena suerte que al escoger la religión católica nos habla a millones de personas que tenemos las bases de estéticas de esa religión grabadas en la mente, además de valores, miedos y tabúes en común.
Quienes dieron sus opiniones adelantadas sobre todo este asunto quedarán en vergüenza cuando el disco salga el 7 de noviembre. LUX no es una crítica marxista feminista de la condición de la mujer en el Siglo XXI a la luz del alza de la derecha autoritaria en el mundo como algunas personas han querido difundir. Esa idea de que Rosalía viene con todo a desmenuzar las complejidades de la iglesia católica o a adoctrinarnos en sus ritos es puro clickbait; son mensajes para generar interacciones y sacarle un like fácil a las masas, basados en su prejuicio de quién es Rosalía. Son solo narrativas muy fáciles de vender.
Y si hay algo que es LUX definitivamente no es, es un disco fácil de vender.
Rosalía sosteniendo el vinilo de LUX.
Nos lo dijo la disquera en el listening party que tuvimos el 29 de octubre (firmando contratos y con celulares en otra habitación para que no se filtrara nada). También nos lo dicen los primeros acordes “Sexo, violencia y llantas” que por supuesto inicia con un piano y voz, los instrumentos con los que Rosalía se siente más cómoda.
LUX es un disco de reflexión, sí. Estoy seguro que miles de medios dirán que “hay que escucharlo entero y hay que sentarse a ver el horizonte para entenderlo” (como si esto no fuera cierto para todos los discos) y luego harán lo mismo que han hecho con la música (clásica o no) en los últimos años: no escucharla mientras se concentran en narrativas, chismes e historias, pero jamás sentarse a desgranar lo que está pasando.
Pero LUX no es un disco de reflexión por su sonido, sino por el trabajo de introspección que hizo Rosalía y que queda plasmados en todo el sonido. ‘¿Quién soy y qué siento sobre la religión?’, ‘¿Qué opino sobre ser una intensa en las relaciones?’, ‘¿Cómo se verá mi funeral?’ (idea que suelta en la última canción, “Magnolias”, que incluye la frase preciosa «Lo que no hice en vida, lo harán en mi muerte»).
Rosalía estrenará LUX este viernes con la edad de Cristo, un momento en el que muchas personas nos hemos hecho preguntas incómodas como ‘¿yo en serio creo en la virgen, jesús y los tres reyes magos o solo es fuerza de costumbre?’. Las respuestas de Rosa están espolvoreadas a lo largo del todo el disco, en el que sí, menciona a su Dios un par de veces, pero también homenajea a distintas santas católicas conocidas alrededor del mundo.
No solo estudió sus historias, sino también sus lenguas madres, por lo que una canción como “De madrugá” -compuesta inicialmente para El Mal Querer- incluye letras en ucraniano, para honrar a Santa Olga de Kiev, una mujer que mandó a miles de hombres a morir. “Esa historia me hizo revisitar mi definición de santidad”, explica Rosalía, trayéndome no solo estrés postraumático de flings del 2018 sino de mis 11 años de educación católica y la máxima salesiana de que todos “podemos y debemos ser santos”.
En total, Rosalía canta en unos 13 idiomas (número cabalístico y asociado a la religión (me refiero a la católica no a la swiftie)). Podemos oírla cantando “Mio Cristo piangia diamanti” y también catalán, japonés, latín e inglés en las primeras cuatro canciones. Esas cuatro son un festín si les gustó la experimentación de “Berghain”.
“Reliquia” es como una hermana de “Atopos” de Bjork, un track que mezcla clarinetes bajos y otros metales con el flow del reggaeton. Trae la pronto icónica frase “no soy santa pero estoy blessed”.
“Divinize” tiene piano y un riff complicado mientras Rosa canta en inglés y clama que su misión en la tierra es la de “divinizar”, enmarcando su obra como una forma de embellecer el mundo, un acto de servicio. Un verdadero antónimo al hedonismo de Motomami (2022).
“Porcelana” es una composición muy ingeniosa en la que aprovecha que los valses y las rancheras tiene una estructura y métrica similar para hablar del dolor y el placer. “El placer anestesia mi dolor, el dolor anestesia mi placer”.
Y después de esas frases nos da las primeras pinceladas de flamenco en el disco. LUX tiene el potencial de volverse el segundo favorito de quienes siguen defendiendo a capa y espada El Mal Querer.
“La Perla” es un diss track a un hombre que se cree un “playboy”, un tipo “medalla olímpica en ser el más cabrón”.
“Novia Robot”, “Jeanne” y “Focu ‘ranni” son 3 canciones exclusivas del lanzamiento físico, es decir, no llegarán a plataformas de streaming pronto (o nunca). Las tres son buenas, siendo la primera “Novia Robot” una gran sátira a una novia perfecta imaginaria que se vende por telemercadeo y “Focu ‘ranni” es un tema donde deja salir su despecho con frases tan sugestivas como “Grabé tu nombre en mis costillas, pero mi corazón nunca tuvo tus iniciales”.
“Mio Cristo” es una canción que fácil sonaría después de la comunión en la iglesia salesiana en la que crecí y toqué batería muchas veces. No me extrañaría si se viralizan imágenes de iglesias sonando piezas de LUX.
Si El Mal Querer fue la tesis de Rosalía, LUX es su PhD.
Después del listening party subí un story de Instagram críptico con una foto de la era de Motomami a la par de la portada de LUX (cuyo diseño podría ser mucho menos simplista sin caer en lo barroco de El Mal Querer, creo yo). Frente a la foto de hace 3 años puse la leyenda “poco color” y a frente a la actual “mucho color”, pero creo que en ese garabateo rápido no logré reflejar bien el espíritu del disco.
LUX viene lleno de sorpresas sonoras y una ausencia notable de temas tradicionalmente radiables, cuando a Motomami le sobraban de esos. “La rumba del perdón” y “Sauvignon blanc” huelen a single en una estación de radio que pondría música de Laura Pausini, por decir algo, pero no creo que Radio Disney esté corriendo a meterlo en su programación.
LUX puede ser críptico y caótico, tiene espacio de contemplación y de juego y si bien menciona “la luz” muy directamente en una canción, tiene un concepto mucho más modesto que lo que los mercaderes de likes en reels quieren hacernos pensar. Podría interpretarse la luz como el final de su búsqueda de la santidad, su fitness journey espiritual, como una mujer que busca accountability de sus propias acciones más que las de los demás.
Esta noción de que usa tacones Alexander McQueen para simbolizar el peso del catolicismo, puede que sea cierta, pero en la mayoría de las letras de LUX Rosalía no coloca sus ansiedades y temores en otras personas, sino que se enfoca en cómo ha decidido navegar el mundo y las decisiones que toma en el camino, con una pizca de humor y de seriedad. Ésa es la magia espiritual del disco para quien no quiere enfocarse en los chismes y si le está tirando al ex o no.
En el plano carnal, lo tangible (tanto como una grabación puede serlo), Rosalía hizo en LUX una colaboración con la Orquesta Sinfónica de Londres, una investigación sobre las santas del mundo, un autoexamen de conciencia, rumbas flamencas y su complicidad con el piano y su voz. Estos últimos dos elementos que por sí solos harían de este disco un discazo. No tengo palabras para explicar las impresionante actuaciones vocales de esta mujer y su compromiso para que aún las letras en idiomas que le son ajenos sigan sonando a Rosalía. Tampoco hay palabras para explicar lo bien que suena esto en parlantes Hi-Fi, no creo que este sea un disco de audífonos. Si El Mal Querer fue la tesis de Rosalía, LUX es su PhD.
La forma en que ella modula cada elemento, como ella balancea los momentos de orquesta con los silencios, lo serio con lo sarcástico, es lo que más disfruté de LUX. Detrás de cada decisión se ven las intenciones creativas de una persona cómoda con sus talentos y por sobre todo ambiciosa, como muy pocas. Y de buenas intenciones está pavimentado el camino de LUX.
Quienes hemos leído una o dos wikipedias de santos sabemos que llegar a la santidad se vuelve un camino casi imposible de transitar bajo cualquier guía y aún más difícil sin derramar sangre. Pero en la voz de Rosalía nuestra vida, así imperfecta como la conocemos, tiene el potencial de ser mucho más que la cotidianidad en la que enmarcamos. En su voz, es fácil sentirse más cerquita del cielo. Que lo diga yo, que cuatro días después de escuchar LUX, sigo pensando en los acordes finales del disco después de ascender con la increíble “Magnolias”.